Ego siempre asoma....
continuación..
Viajar a Purmamarca, Tilcara, Humahuaca, Iruya y San Isidro desde Jujuy ..
.. fué una decisión que tomé a medida que el viaje iba sucediendo.
Fuí de la mano de la observación. Observando y observándome.

Era la primera vez que visitaba Jujuy.
Los viajes tienen para mí una principal intención e interés y es la de conocer los pueblos, su gente y sus costumbres.
.. fué una decisión que tomé a medida que el viaje iba sucediendo.
Fuí de la mano de la observación. Observando y observándome.
Era la primera vez que visitaba Jujuy.
Los viajes tienen para mí una principal intención e interés y es la de conocer los pueblos, su gente y sus costumbres.
Aprehender más experiencia y conocimiento a partir de la sutileza del uso de los sentidos, la observación, la soledad,
el silencio, la meditación y la reflexión.
Esta intención me fué llevando por el camino adecuado
para encontrar respuestas a mi interés.
Me fuí encontrando con lugares diferentes a los esperados.

Ya seguramente hacía tiempo que habían cambiado los antiguos y desnudos pueblos por pequeñas ciudades colmadas de turistas, mochileros, exiliados de otros lugares..
El Ego asomó varias veces en mi entorno durante este peregrinaje.
el silencio, la meditación y la reflexión.
Esta intención me fué llevando por el camino adecuado
para encontrar respuestas a mi interés.
Me fuí encontrando con lugares diferentes a los esperados.
Ya seguramente hacía tiempo que habían cambiado los antiguos y desnudos pueblos por pequeñas ciudades colmadas de turistas, mochileros, exiliados de otros lugares..
El Ego asomó varias veces en mi entorno durante este peregrinaje.
Observando detenidamente, le ví la cara en diferentes y variadas situaciones. Bronca, resentimiento, desenfado, inseguridad, odio, oscuridad..
Y así viajando llegué
Y así viajando llegué
hasta la bella ciudad de Iruya, en donde me quedé muy pocas horas.
De allí partí a San Isidro, ambos pueblos pertenecen a la Provincia de Salta.

Este fué el momento crítico donde mi Ego asomó y me fagocitó, se apoderó de mí a través de la omnipotencia y la vanidad.
No me dí cuenta pero su espesura iba a ser una gran carga y muy mala consejera a lo largo del viaje que venía por delante.
Mi consciencia estaba anulada, sólo asomaba mi Ego que decía sonriente... no tengo miedo..

El recorrido entre Iruya y San Isidro es de una gran belleza y la distancia entre ambos pueblos es de aproximadamente 9 km.
Solamente se puede llegar a éste pequeño pueblo caminando por el lecho de un bellísimo río cuyo suelo es de piedras de todos los tamaños, formas, y colores.

De allí partí a San Isidro, ambos pueblos pertenecen a la Provincia de Salta.
Este fué el momento crítico donde mi Ego asomó y me fagocitó, se apoderó de mí a través de la omnipotencia y la vanidad.
No me dí cuenta pero su espesura iba a ser una gran carga y muy mala consejera a lo largo del viaje que venía por delante.
Mi consciencia estaba anulada, sólo asomaba mi Ego que decía sonriente... no tengo miedo..
El recorrido entre Iruya y San Isidro es de una gran belleza y la distancia entre ambos pueblos es de aproximadamente 9 km.
Solamente se puede llegar a éste pequeño pueblo caminando por el lecho de un bellísimo río cuyo suelo es de piedras de todos los tamaños, formas, y colores.
Nos detuvimos a tomar agua, a mojarnos y a descansar al costado del agua sentados sobre las piedras multicolor.
A ambos lados emergen enormes montañas que dejan ver en sus laderas, figuras de animales, caciques, abuelos, imagenes de cuerpos y caras saliendo de entre las piedras gigantes, esculturas vivientes enraizadas en la Naturaleza.

Salí alrededor de las tres de la tarde junto a otros tres viajeros, que terminaron siendo actuales amigos y que también viajaban a San Isidro.
Salí alrededor de las tres de la tarde junto a otros tres viajeros, que terminaron siendo actuales amigos y que también viajaban a San Isidro.
se me unieron a la salida de Iruya.
Al principio nos enamoramos del camino lleno de cruces del río, una maravilla natural,
Al principio nos enamoramos del camino lleno de cruces del río, una maravilla natural,
el sonido del agua corriendo, las mil y una formas de piedras a lo largo de todo el recorrido del agua que brotaba y pasaba entre las rocas.
El entorno era majestuoso y estábamos felices de estar caminando en medio de esas espectaculares montañas.
A medida que el tiempo pasaba, nuestra mirada estaba más focalizada en la caminata que había pasado a ser el objetivo principal, llegar a destino lo más rápido posible.
El camino era en subida y andarlo era muy cansador, al mismo tiempo había mucho sol y hacía mucho calor.
Cada vez estaba más cansada y necesitaba parar más veces para descansar. Uno de mis amigos me esperaba hasta que me sentaba y tomaba agua, me recomponía y podía continuar la marcha.

El trayecto fué difícil de recorrer para mí.... pero no lo pude ver... miraba sin ver... mis sentidos no respondieron a tanta información, estaban acotados por la dictadura del Ego, que me decía como siempre lo hace,
lo que yo quería escuchar, .. yo puedo a pesar de todo, no tengo miedo..
El camino era en subida y andarlo era muy cansador, al mismo tiempo había mucho sol y hacía mucho calor.
Cada vez estaba más cansada y necesitaba parar más veces para descansar. Uno de mis amigos me esperaba hasta que me sentaba y tomaba agua, me recomponía y podía continuar la marcha.
El trayecto fué difícil de recorrer para mí.... pero no lo pude ver... miraba sin ver... mis sentidos no respondieron a tanta información, estaban acotados por la dictadura del Ego, que me decía como siempre lo hace,
lo que yo quería escuchar, .. yo puedo a pesar de todo, no tengo miedo..
Finalmente llegamos a San Isidro, un lugar increíble y maravilloso en medio de las gigantescas montañas.
Desde nuestra salida de Iruya, yo ya sabía que tenía que llegar a Salta al día siguiente a la noche, y que para lograrlo tenía que tomar el primer ómnibus a las 6.10 de la mañaña desde éste lugar. Es decir, que tenía que decidir si me quedaba a dormir en San Isidro, y no llegaba a Salta el día previsto; ó volvía sola, a la media hora de haber llegado, totalmente agotada, sin descansar, retornando por el mismo arduo camino para tomar el bus con destino final Salta.
Desde nuestra salida de Iruya, yo ya sabía que tenía que llegar a Salta al día siguiente a la noche, y que para lograrlo tenía que tomar el primer ómnibus a las 6.10 de la mañaña desde éste lugar. Es decir, que tenía que decidir si me quedaba a dormir en San Isidro, y no llegaba a Salta el día previsto; ó volvía sola, a la media hora de haber llegado, totalmente agotada, sin descansar, retornando por el mismo arduo camino para tomar el bus con destino final Salta.
Los lugareños, gente cálida y de buena madera, me aconsejaron que no volviera a esa hora, que ya eran las 6 y media de la tarde,
y que empezaba a anochecer.
Todos, inclusive mis compañeros de viaje, me insistieron en que me quedara a dormir allí, que me iba a encontrar en la mitad de la noche entre las montañas en medio de la total oscuridad..
mi respuesta fué ..
no tengo miedo, tengo linterna, no me va a pasar nada..
Y salí caminando de este soñado pueblo detenido en el tiempo vuelta a Iruya.
Me esperaban 9 bellísimos km por delante de caminata entre piedras a lo largo del sinuoso río..
Empecé a caminar a paso vivo intentando que la noche no me encontrara muy lejos de mi destino.

A los dos perros que me venían acompañando se les sumó un tercero que vive en el puebo de San Isidro, y así emprendimos los cuatro nuestra vuelta.

Previendo que íbamos a tener hambre compré 6 empanadas, 3 de queso y 3 de carne, que finamente terminó siendo la comida de mis fieles amigos perros. También fué una forma de continuar todos juntos durante el viaje nocturno.
y que empezaba a anochecer.
Todos, inclusive mis compañeros de viaje, me insistieron en que me quedara a dormir allí, que me iba a encontrar en la mitad de la noche entre las montañas en medio de la total oscuridad..
mi respuesta fué ..
no tengo miedo, tengo linterna, no me va a pasar nada..
Y salí caminando de este soñado pueblo detenido en el tiempo vuelta a Iruya.
Me esperaban 9 bellísimos km por delante de caminata entre piedras a lo largo del sinuoso río..
Empecé a caminar a paso vivo intentando que la noche no me encontrara muy lejos de mi destino.
A los dos perros que me venían acompañando se les sumó un tercero que vive en el puebo de San Isidro, y así emprendimos los cuatro nuestra vuelta.
Previendo que íbamos a tener hambre compré 6 empanadas, 3 de queso y 3 de carne, que finamente terminó siendo la comida de mis fieles amigos perros. También fué una forma de continuar todos juntos durante el viaje nocturno.
No tenía miedo, pero nunca pensé que la noche iba a terminar como terminó..
A medida que nos alejábamos de San Isidro, iba cayendo el atardecer para dar lugar a la oscuridad de la noche.
A medida que nos alejábamos de San Isidro, iba cayendo el atardecer para dar lugar a la oscuridad de la noche.
Apareció la luna que estaba en cuarto creciente e iluminaba poco, y rapidamente se escondió entre las altas cumbres.

El río empezó a subir rápidamente.
Mis tres compañeros de viaje empezaron a inquietarse.
Me miraban atentos y seguían mis pasos.

La oscuridad de la noche nos sorprendió muy lejos de nuestra meta. La linterna no era lo suficientemente resplandeciente como para iluminar el camino. Todo era negrura y sombras.
No sentía miedo, pero sí muchísimo cansancio. Me caí tres veces entre las rocas del camino. Me rompí los pantalones en la rodilla derecha. Nos fuímos adentrando entre las montañas, y con la poca luz que generaba la linterna iluminaba sus laderas con el deseo de reconocer alguna característica que me ubicara en la noche.
El río empezó a subir rápidamente.
Mis tres compañeros de viaje empezaron a inquietarse.
Me miraban atentos y seguían mis pasos.
La oscuridad de la noche nos sorprendió muy lejos de nuestra meta. La linterna no era lo suficientemente resplandeciente como para iluminar el camino. Todo era negrura y sombras.
No sentía miedo, pero sí muchísimo cansancio. Me caí tres veces entre las rocas del camino. Me rompí los pantalones en la rodilla derecha. Nos fuímos adentrando entre las montañas, y con la poca luz que generaba la linterna iluminaba sus laderas con el deseo de reconocer alguna característica que me ubicara en la noche.
A medida que el río subía más y más, la perrita más bajita me miraba con pánico porque no podía cruzarlo sola. Así que, cuando el recorrido del camino nos obligaba a cruzar el cauce de la sinuosa corriente, alzaba a la pequeña perrita en mis brazos y lo cruzábamos juntas con el agua que me llegaba hasta la altura de las rodillas.
Los otros dos perros seguían mis pasos cada vez que teníamos que cruzar el agua entre las piedras. Ninguno de los dos, se animaba a atravesar el caudal por su cuenta.
Tuve que parar varias veces a descansar, casi no me quedaba agua en mi botella.
Los otros dos perros seguían mis pasos cada vez que teníamos que cruzar el agua entre las piedras. Ninguno de los dos, se animaba a atravesar el caudal por su cuenta.
Tuve que parar varias veces a descansar, casi no me quedaba agua en mi botella.
En cada alto en el camino, me tiraba entre las piedras inhalando aire purísimo hacia mi tantien, y así se iban deteniendo los intensos latidos de mi corazón causados por el enorme cansancio.
Me recomponía y seguía la búsqueda hacia la salida..
A pesar de seguir las huellas del camino, donde cada tanto encontraba bosta de caballo que aparentaba ser un signo de que alguien habitaba en esa zona, ó de que íbamos camino a Iruya, cada vez nos metíamos más en la renegrida noche.
Llegamos a un lugar totalmente desconocido, no sabía para donde tenía que ir. Miraba hacia todas partes y no había ningún indicio de que estuviéramos caminando en el sentido correcto.
Me recomponía y seguía la búsqueda hacia la salida..
A pesar de seguir las huellas del camino, donde cada tanto encontraba bosta de caballo que aparentaba ser un signo de que alguien habitaba en esa zona, ó de que íbamos camino a Iruya, cada vez nos metíamos más en la renegrida noche.
Llegamos a un lugar totalmente desconocido, no sabía para donde tenía que ir. Miraba hacia todas partes y no había ningún indicio de que estuviéramos caminando en el sentido correcto.
Por el contrario, me dí cuenta que habíamos estado caminando
aparentemente durante varias horas en sentido opuesto.
Inclusive más adelante se veían enormes montañas, aún más grandes que las que me estaban rodeando en ése instante, que parecían cuchillas que empezaban a confundirse entre ellas.
Ahí me dí cuenta que estabamos totalmente perdidos. A pesar de todo no sentí miedo ó desesperación, en total tranquilidad, pensé muchas cosas, por ejemplo si alguien alguna vez nos encontraría, si tendría en algún lado señal para pedir ayuda al 911 con el celular, si la gendarmería tendría algún destacamento cerca de donde estábamos, si no sería mejor dormir hasta el amanecer.. pensé mucho, pero nunca tuve miedo, sólo agotamiento físico.
Inclusive más adelante se veían enormes montañas, aún más grandes que las que me estaban rodeando en ése instante, que parecían cuchillas que empezaban a confundirse entre ellas.
Ahí me dí cuenta que estabamos totalmente perdidos. A pesar de todo no sentí miedo ó desesperación, en total tranquilidad, pensé muchas cosas, por ejemplo si alguien alguna vez nos encontraría, si tendría en algún lado señal para pedir ayuda al 911 con el celular, si la gendarmería tendría algún destacamento cerca de donde estábamos, si no sería mejor dormir hasta el amanecer.. pensé mucho, pero nunca tuve miedo, sólo agotamiento físico.
En ese momento, me recosté en el camino mirando al cielo, los perros se acostaron sobre mis piernas, no querían alejarse ni un milímetro de mí, empecé a respirar, a tomarme mi tiempo para pensar, para internamente debatir qué camino iba a elegir.
Durante toda esta travesía, fueron muchos los momentos de enorme hondura interior y una gran batalla se estaba debatiendo en lo más profundo de mi Ser.
Estaba retomando las riendas de mi vida, empoderándome de esta situación, volviendo a mi eje, reasumiendo el gobierno de mis acciones.
Una vez que estuve totalmente descansada, sabiendo que, ya estaba en condiciones de seguir el viaje, les dí unas empanadas de comer a los perros y al levantarme y mirar para todas partes ví que en la lejanía había dos pequeñas luces... dudé por unos segundos, y finalmente decidí poner proa en ese sentido.
Por momentos las dos lucecitas se escondían entre las montañas y aparentemente desaparecían, pero había vuelto a ser propietaria de mi Ser, estaba muy atenta a las vueltas de mi Ego.
No me iba dejar confundir ó asustar ó dudar, estaba siguiendo la intuición que generaban mis sentidos en pleno estado de consciencia, en alerta sereno, respirando despacio y suavemente, caminaba descansando con la mente preclara.
Y así fuí acercándome a las luces que pertenecían a un pueblo que para mí era desconocido.
A medida que me acercaba más y más, las formas de las montañas y de la ciudad que iban emergiendo entre las luces eran totalmente extrañas con formas futuristas, a tal punto que después de 10 horas de recorrer la noche más negra que jamás haya vivido, pensé que de alguna forma extraña había aparecido en otro mundo. A lo lejos ví un puente muy moderno, ó por lo menos así lo ví yo ésa noche.
Subí muy cansada agarrándome y subiendo entre las piedras hasta la altura del puente, ya casi sin poder caminar del cansancio que tenía en todo el cuerpo.
Un hombre joven apareció del otro lado del puente, caminé hacia él
y le pregunté en qué ciudad estábamos, se rió pensando que le estaba haciendo una broma, entonces le repregunté: Señor hace 10 horas que estoy perdida entre las montañas caminando desde San Isidro hasta acá, porfavor en qué lugar estoy?
Y me contestó: .. Está en Iruya..
Mi primera reacción fué: Está seguro? Totalmente seguro?, y le pregunté si sabía a qué distancia quedaba mi hostel. Mi sorpresa fué enorme porque no sólo estaba en Iruya sino que además estaba a una cuadra y media de mi descanso.
Durante toda esta travesía, fueron muchos los momentos de enorme hondura interior y una gran batalla se estaba debatiendo en lo más profundo de mi Ser.
Estaba retomando las riendas de mi vida, empoderándome de esta situación, volviendo a mi eje, reasumiendo el gobierno de mis acciones.
Una vez que estuve totalmente descansada, sabiendo que, ya estaba en condiciones de seguir el viaje, les dí unas empanadas de comer a los perros y al levantarme y mirar para todas partes ví que en la lejanía había dos pequeñas luces... dudé por unos segundos, y finalmente decidí poner proa en ese sentido.
Por momentos las dos lucecitas se escondían entre las montañas y aparentemente desaparecían, pero había vuelto a ser propietaria de mi Ser, estaba muy atenta a las vueltas de mi Ego.
No me iba dejar confundir ó asustar ó dudar, estaba siguiendo la intuición que generaban mis sentidos en pleno estado de consciencia, en alerta sereno, respirando despacio y suavemente, caminaba descansando con la mente preclara.
Y así fuí acercándome a las luces que pertenecían a un pueblo que para mí era desconocido.
A medida que me acercaba más y más, las formas de las montañas y de la ciudad que iban emergiendo entre las luces eran totalmente extrañas con formas futuristas, a tal punto que después de 10 horas de recorrer la noche más negra que jamás haya vivido, pensé que de alguna forma extraña había aparecido en otro mundo. A lo lejos ví un puente muy moderno, ó por lo menos así lo ví yo ésa noche.
Subí muy cansada agarrándome y subiendo entre las piedras hasta la altura del puente, ya casi sin poder caminar del cansancio que tenía en todo el cuerpo.
Un hombre joven apareció del otro lado del puente, caminé hacia él
y le pregunté en qué ciudad estábamos, se rió pensando que le estaba haciendo una broma, entonces le repregunté: Señor hace 10 horas que estoy perdida entre las montañas caminando desde San Isidro hasta acá, porfavor en qué lugar estoy?
Y me contestó: .. Está en Iruya..
Mi primera reacción fué: Está seguro? Totalmente seguro?, y le pregunté si sabía a qué distancia quedaba mi hostel. Mi sorpresa fué enorme porque no sólo estaba en Iruya sino que además estaba a una cuadra y media de mi descanso.
Agotada seguí caminando hacia el hostel con mis tres amigos perros, compañeros de la espesa noche. Nadie contestó a mi llamado, así que mis tres fieles acompañantes entraron conmigo a mi cuarto, les dí de comer las últimas empanadas y se quedaron dormidos.
Fué un momento de inmensa quietud. Todo era silencio.
Mi cansancio era tan grande que necesitaba no pensar.
Tampoco me podía dormir porque en dos horas iba a tomar el ómnibus con destino a Humahuaca para volver a Jujuy y de allí a Salta.
Me senté en la cama con la espalda recostada en la pared y las piernas estiradas porque no podía quedarme dormida.
Todo el cuerpo me latía. Empecé a sentirme nuevamente.
Miré a mis tres perros amigos, compañeros de la noche más intensa y honda de mi vida. Los amé. Los voy a recordar para siempre.
Si alguna vez vuelvo a San Isidro posiblemente nos encontremos para vivir otra historia pero esta vez concebida desde el estado de consciencia.
Cuando salí del hostel acompañada por estos tres gigantes que no me dejaron sola en toda la noche a pesar de su propio miedo, sentí el inmenso dolor de tener que despedirme de ellos.
El que nos acompañó desde San Isidro, salió corriendo hacia su pueblo,
Fué un momento de inmensa quietud. Todo era silencio.
Mi cansancio era tan grande que necesitaba no pensar.
Tampoco me podía dormir porque en dos horas iba a tomar el ómnibus con destino a Humahuaca para volver a Jujuy y de allí a Salta.
Me senté en la cama con la espalda recostada en la pared y las piernas estiradas porque no podía quedarme dormida.
Todo el cuerpo me latía. Empecé a sentirme nuevamente.
Miré a mis tres perros amigos, compañeros de la noche más intensa y honda de mi vida. Los amé. Los voy a recordar para siempre.
Si alguna vez vuelvo a San Isidro posiblemente nos encontremos para vivir otra historia pero esta vez concebida desde el estado de consciencia.
Cuando salí del hostel acompañada por estos tres gigantes que no me dejaron sola en toda la noche a pesar de su propio miedo, sentí el inmenso dolor de tener que despedirme de ellos.
El que nos acompañó desde San Isidro, salió corriendo hacia su pueblo,
la perrita chiquita me miró de lejos y se despidió de mí a distancia, ella ya sabía que me estaba yendo del lugar, y el más grande, que cruzaba los ríos exactamente atrás mío, a milímetros de mis rodillas, se quedó al pie de la escalera del ómnibus esperando subirse conmigo.

No podía ni mirarlo, su compañía había sido muy importante, y lo estaba dejando. Alguien del pueblo vino y lo corrió de al lado del ómnibus.
Volví a estar en la inmensidad de mi soledad.
Recién ahí pude empezar a armar nuevamente el rompecabezas de esta historia.
Tardé varios días en comprender lo que había pasado.
De a poco fuí bajando la información de lo sucedido. Me encontré ante un Ego autoritario, esa parte oscura que no nos deja ver, ni usar los sentidos, ni decidir.
Me había expuesto enormemente a una hazaña para la cual no estaba totalmente preparada ni en equipamiento, ni en conocimiento de la geografía. Realicé muchas experiencias escalando y viviendo bajo las estrellas sin carpa en las montañas, pero esta inmensidad era nueva para mí.
Es cierto que no tuve miedo en ningún momento, pero esto también es parte de mi Ego, que por un lado es maravilloso y me permite manejar una cantidad importante de situaciones, pero a la vez me hace sentir invencible, sentimiento que no siempre es aconsejable.
Otra gran enseñanza fué ver a los tres perros perder absolutamente el registro de donde se encontraban, fueron tomados por el miedo. Ellos dependían de mí en todo momento. Y yo creía que ellos iban a ser una salida a la situación.
Sus sentidos fueron tomados, no podían distinguir su propia tierra.
Cuánta vulnerabilidad tenemos todos los seres vivos, cuando nos enfrentamos a la omnipotencia, la excesiva seguridad, el miedo, la majestuosidad, inclusive hasta en los animales.
También fue muy importante para mí no perder la calma, confiar, confiar y confiar en que por algún lado estaba la salida. Decidir parar en el camino para que mis compañeros y yo descansáramos hasta sentirnos totalmente repuestos. Por momentos me convertí en un perro más, apagaba la linterna y caminaba en la oscuridad.. y comprobé que aún en el lugar de mayor negrura, vemos y divisamos las figuras de las inmediaciones, y también vemos la luz..
Fué de vital importancia tomar las riendas de esta honda circunstancia que estábamos experimentando.
Volver a mí.
Parar, recostarnos sobre el camino de piedras, descansar hasta sentirnos totalmente fuertes como para emprender nuevamente la marcha, reflexionar, respirar suave y metódicamente, contemplar la majestuosidad que nos rodeaba, y desde la confianza en mis sentidos y en mi instinto, decidir la ruta a seguir. Usar de todas mi herramientas disponibles. Mis compañeros perros no entendían porqué dimos vuelta sobre nuestros pasos y retornamos a un lugar donde creo aún hoy, que fué el punto donde nos perdimos.
Fué desde ahí que vi las luces que nos llevaron de vuelta a casa, de vuelta a Iruya.
Me pareció importante e interesante compartir con uds. mi experiencia porque todos somos pasibles de ser objeto de nuestro Ego, escucho y leo mucho sobre personas que hablan del Ego como algo que les sucede a otros, que es algo del afuera.
Creo que si sabemos usar sanamente las positivas cualidades que tiene el Ego, podemos incorporar mucho conocimiento que nos resultará positivo para nuestra vida.
Por el contrario, si dejamos que esta propia construcción de nuestras oscuridades tome más y más forma, nos convertimos en esclavos de lo desconocido, y estamos en serio peligro de ser fagocitados por él.

No podía ni mirarlo, su compañía había sido muy importante, y lo estaba dejando. Alguien del pueblo vino y lo corrió de al lado del ómnibus.
Volví a estar en la inmensidad de mi soledad.
Recién ahí pude empezar a armar nuevamente el rompecabezas de esta historia.
Tardé varios días en comprender lo que había pasado.
De a poco fuí bajando la información de lo sucedido. Me encontré ante un Ego autoritario, esa parte oscura que no nos deja ver, ni usar los sentidos, ni decidir.
Me había expuesto enormemente a una hazaña para la cual no estaba totalmente preparada ni en equipamiento, ni en conocimiento de la geografía. Realicé muchas experiencias escalando y viviendo bajo las estrellas sin carpa en las montañas, pero esta inmensidad era nueva para mí.
Es cierto que no tuve miedo en ningún momento, pero esto también es parte de mi Ego, que por un lado es maravilloso y me permite manejar una cantidad importante de situaciones, pero a la vez me hace sentir invencible, sentimiento que no siempre es aconsejable.
Otra gran enseñanza fué ver a los tres perros perder absolutamente el registro de donde se encontraban, fueron tomados por el miedo. Ellos dependían de mí en todo momento. Y yo creía que ellos iban a ser una salida a la situación.
Sus sentidos fueron tomados, no podían distinguir su propia tierra.
Cuánta vulnerabilidad tenemos todos los seres vivos, cuando nos enfrentamos a la omnipotencia, la excesiva seguridad, el miedo, la majestuosidad, inclusive hasta en los animales.
También fue muy importante para mí no perder la calma, confiar, confiar y confiar en que por algún lado estaba la salida. Decidir parar en el camino para que mis compañeros y yo descansáramos hasta sentirnos totalmente repuestos. Por momentos me convertí en un perro más, apagaba la linterna y caminaba en la oscuridad.. y comprobé que aún en el lugar de mayor negrura, vemos y divisamos las figuras de las inmediaciones, y también vemos la luz..
Fué de vital importancia tomar las riendas de esta honda circunstancia que estábamos experimentando.
Volver a mí.
Parar, recostarnos sobre el camino de piedras, descansar hasta sentirnos totalmente fuertes como para emprender nuevamente la marcha, reflexionar, respirar suave y metódicamente, contemplar la majestuosidad que nos rodeaba, y desde la confianza en mis sentidos y en mi instinto, decidir la ruta a seguir. Usar de todas mi herramientas disponibles. Mis compañeros perros no entendían porqué dimos vuelta sobre nuestros pasos y retornamos a un lugar donde creo aún hoy, que fué el punto donde nos perdimos.
Fué desde ahí que vi las luces que nos llevaron de vuelta a casa, de vuelta a Iruya.
Me pareció importante e interesante compartir con uds. mi experiencia porque todos somos pasibles de ser objeto de nuestro Ego, escucho y leo mucho sobre personas que hablan del Ego como algo que les sucede a otros, que es algo del afuera.
Creo que si sabemos usar sanamente las positivas cualidades que tiene el Ego, podemos incorporar mucho conocimiento que nos resultará positivo para nuestra vida.
Por el contrario, si dejamos que esta propia construcción de nuestras oscuridades tome más y más forma, nos convertimos en esclavos de lo desconocido, y estamos en serio peligro de ser fagocitados por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario