SONIDOS
El DIDJERIDOO 
I
 
En su versión original es un tubo de madera ahuecado de 2,5 metros.

Su nombre aborígen es YIDAKI.

Su sonido es visceral, su vibración puede expandirse con una baja frecuencia capaz de generar un fuerte efecto sobre nuestro sistema nervioso.
El didjeridoo es quizá el instrumento musical más antiguo de la humanidad.
Es originario de Australia. Su origen late entre los cristales de la mitología aborígen australiana. Aun hoy el mágico instrumento anima ceremonias sagradas de seres que danzan entre arcaicos ritmos y sobre las rojizas manos del desierto australiano.
En este momento de Temakel, a través de las agudas corrientes sonoras del didjeridoo, nos remontaremos a sus principales mitos que explican su origen y hacia el posible simbolismo que aún pulsa dentro de su madera resonante.
Para los pueblos aborígenes australianos, en el comienzo fue lo sagrado. En el comienzo fue el Tiempo de los Sueños, la época Tjukurpa. En aquel entonces, sobre la tierra sólo existía una vida inmóvil, una sustancia embrionaria enorme, translúcida, compuesta por una amalgama de seres irrealizados, pertenecientes a una especie animal o vegetal. Y entonces, "aquel que salió de la nada y existe por sí mismo", el llamado Ser Supremo, esculpió en la masa informe un cuerpo, brazos, manos, piernas y una cabeza.
Creó los seres capaces de sostenerse en pié.
Durante el Tjukurpa todo fue creado: montañas, valles, llanuras, corriente de agua.


Mala es el nombre de un pequeño marsupial de roca 
 
Nada existía antes de Tjukurpa.
Y durante el Tiempo del Sueño, seres ancestrales en forma de humanos, animales y plantas viajaron a lo largo y ancho de la tierra y consumaron hechos esenciales de creación y destrucción. Los viajes de aquellos seres son aún recordados y celebrados. La memoria de aquellos periplos sagrados hoy perdura en la forma de accidentes geográficos como la montaña sagrada de Uluru
Y en aquella era del Tiempo de los Sueños, el Ser Supremo, la Gran Energía Sagrada, difundió su esencia, su poder, en cada uno de los seres humanos, en cada uno de los animales, de las plantas y los minerales, en las estrellas y en el aire y en el agua.
Luego, los Grandes Antepasados, criaturas gigantescas, terminaron por crear el mundo tal y como es ahora. Generaron vínculos entre los diferentes pueblos. Así, de norte a sur, de este a oeste, los parentescos creados tejieron una gigantesca telaraña cuyos hilos nos guían y protegen desde entonces.
Luego, antes de desaparecer, antes de que concluyera el Tiempo de los Sueños, cuando nacieron los hombres en su forma actual, les dijeron: "Este es vuestro país. Lo hemos creado para vosotros. Aquí viviréis y lo conservaréis tal como os lo entregamos. No lo dejaréis nunca, pues sois sus Guardianes. Sois los Guardianes de nuestra Creación."
Y luego del Tiempo del Sueño, nació el didjeridoo.

El didjeridoo fue creado durante un latido imprecisable del pasado.
Pero quizá una de las historias más difundidas acerca del origen del ancestral instrumento australiano sea aquella que asegura que había una raza de seres hacedores de formas, de conciencia multidimensional llamados los Wandjina.
Eran una raza de "Ensueño" y responsables de la creación de variadas criaturas y formas en la tierra.

Wandjinas escuchando a sus ancestros

Cuando logran sintetizar la forma humana se retiran a su multidimensión.
Ellos dejaron a este pueblo el didjeridoo como regalo.
Cuando el didjeridoo sonaba creaba un campo de sonido, una especie de ventana interdimensional, a través de la cual los Wandjina podían viajar a los aborígenes y viceversa.
Después de ceremonias de danza y canto para "sintonizarse" salían al bosque.
 
El que se encontraba con una rama de eucaliptus medicinal ahuecada por termitas era llamado a ser sanador.
La hiperventilación generada en la ejecución del didjeridoo potencia e impulsa a trascender e integrar dimensiones en esta apertura de la percepción, teniendo la oportunidad de "pasar" al estado de consciencia expandida que eleva el campo vibracionalmente, generando activación energética y armonización en plena consciencia.

Una persona enferma se acostaba en el piso y el sanador soplaba el didjeridoo sobre su cuerpo como forma de armonización de su campo energético que genere en la capacidad del paciente su potencial de alineación con su consciencia armónica operando sobre sus malestares a nivel físico.


Pablo Bertone soplando el Didjeridoo
en sieteoctavos


La técnica de respiración circular hace que tengamos que aprender a superar nuestro primer reflejo básico de inspirar o exhalar. La respiración circular requiere inspirar por la nariz mientras continuamos exhalando por la boca ininterrumpidamente. 
El didjeridoo suena continuo, llevando la percepción del tiempo a infinito y el cuerpo se expande, se abre y libera la energía atrapada en la tensión habitual. 
El caudal aumenta con esta liberación,
a percepción crece, la consciencia expande, eleva vibración.
El didjeridoo emite la nota base y a la vez su armónico (que es la misma nota pero en una escala vibracional superior) y al pasar a la otra octava produce simultáneamente una elevación vibracional y el pasaje por las frecuencias de todas las notas.

Soplando Didjeridoos con Pablo Bertone
en sieteoctavos

Crea un campo de sonido en totalidad de donde el campo del cuerpo "toma" por resonancia las frecuencias que necesita para alinear su estado armónico y activar su poder sanador.
Es importante acalarar que no es el didjeridoo el que sana sino que activa la capacidad de quien lo recibe y además en esta multidimensionalidad activa recursos que están guiados por la sabiduría del sistema energético generando biomecanismos armonizadores.
Los instrumentos científicos de medición de las ondas cerebrales registraron que mientras somos tratados con didjeridoo, las ondas theta y delta son predominantes, siendo su vibración parámetro de profunda relajación, que los aborígenes llamaban "Dreamtime".

Dreamtime australiano 
 
Este estado de consciencia expandida abre a experiencias o mensajes del subconsciente y supraconciente, balanceando los hemisferios derecho e izquierdo.
Como consecuencia natural esta extrema relajación permite a la estructura celular recibir el registro armónico que emite el didjeridoo, alinearse a él y recuperar su esencia de funcionamiento.
El diario médico británico publicó un estudio en 2005 donde encontraron que el practicar el Didjeridoo ha ayudado a reducir el roncar así como el sleepiness durante el día. Esto es al parecer debido a la consolidación de músculos en la vía aérea superior, que reduce su tendencia a derrumbarse durante el sueño.

Fuente: Marcelo Mansour

Ego siempre asoma....
continuación..
Viajar a Purmamarca, Tilcara, Humahuaca, Iruya y San Isidro desde Jujuy ..
.. fué una decisión que tomé a medida que el viaje iba sucediendo.
Fuí de la mano de la observación. Observando y observándome.

Era la primera vez que visitaba Jujuy.
Los viajes tienen para mí una principal intención e interés y es la de conocer los pueblos, su gente y sus costumbres.
 
Aprehender más experiencia y conocimiento a partir de la sutileza del uso de los sentidos, la observación, la soledad,
el silencio, la meditación y la reflexión.
Esta intención me fué llevando por el camino adecuado
para encontrar respuestas a mi interés.
Me fuí encontrando con lugares diferentes a los esperados.

Ya seguramente hacía tiempo que habían cambiado los antiguos y desnudos pueblos por pequeñas ciudades colmadas de turistas, mochileros, exiliados de otros lugares..
El Ego asomó varias veces en mi entorno durante este peregrinaje.
 
Observando detenidamente, le ví la cara en diferentes y variadas situaciones. Bronca, resentimiento, desenfado, inseguridad, odio, oscuridad..
Y así viajando llegué
 
hasta la bella ciudad de Iruya, en donde me quedé muy pocas horas.
De allí partí a San Isidro, ambos pueblos pertenecen a la Provincia de Salta.

Este fué el momento crítico donde mi Ego asomó y me fagocitó, se apoderó de mí a través de la omnipotencia y la vanidad.
No me dí cuenta pero su espesura iba a ser una gran carga y muy mala consejera a lo largo del viaje que venía por delante.
Mi consciencia estaba anulada, sólo asomaba mi Ego que decía sonriente... no tengo miedo..

El recorrido entre Iruya y San Isidro es de una gran belleza y la distancia entre ambos pueblos es de aproximadamente 9 km.
Solamente se puede llegar a éste pequeño pueblo caminando por el lecho de un bellísimo río cuyo suelo es de piedras de todos los tamaños, formas, y colores.


 
El torrente de agua corre sinuosamente y el camino va acompañando este movimiento.
 
Nos detuvimos a tomar agua, a mojarnos y a descansar al costado del agua sentados sobre las piedras multicolor.
 
A ambos lados emergen enormes montañas que dejan ver en sus laderas, figuras de animales, caciques, abuelos, imagenes de cuerpos y caras saliendo de entre las piedras gigantes, esculturas vivientes enraizadas en la Naturaleza.

Salí alrededor de las tres de la tarde junto a otros tres viajeros, que terminaron siendo actuales amigos y que también viajaban a San Isidro.
 
Dos perros, una chiquita color beige,
y el otro grande negro veteado
 
se me unieron a la salida de Iruya.
Al principio nos enamoramos del camino lleno de cruces del río, una maravilla natural,
 
el sonido del agua corriendo, las mil y una formas de piedras a lo largo de todo el recorrido del agua que brotaba y pasaba entre las rocas.
 
El entorno era majestuoso y estábamos felices de estar caminando en medio de esas espectaculares montañas.
 
A medida que el tiempo pasaba, nuestra mirada estaba más focalizada en la caminata que había pasado a ser el objetivo principal, llegar a destino lo más rápido posible.
El camino era en subida y andarlo era muy cansador, al mismo tiempo había mucho sol y hacía mucho calor.
Cada vez estaba más cansada y necesitaba parar más veces para descansar. Uno de mis amigos me esperaba hasta que me sentaba y tomaba agua, me recomponía y podía continuar la marcha.

El trayecto fué difícil de recorrer para mí.... pero no lo pude ver... miraba sin ver... mis sentidos no respondieron a tanta información, estaban acotados por la dictadura del Ego, que me decía como siempre lo hace,
lo que yo quería escuchar, .. yo puedo a pesar de todo, no tengo miedo..
 
Finalmente llegamos a San Isidro, un lugar increíble y maravilloso en medio de las gigantescas montañas.
Desde nuestra salida de Iruya, yo ya sabía que tenía que llegar a Salta al día siguiente a la noche, y que para lograrlo tenía que tomar el primer ómnibus a las 6.10 de la mañaña desde éste lugar. Es decir, que tenía que decidir si me quedaba a dormir en San Isidro, y no llegaba a Salta el día previsto; ó volvía sola, a la media hora de haber llegado, totalmente agotada, sin descansar, retornando por el mismo arduo camino para tomar el bus con destino final Salta.
 
Los lugareños, gente cálida y de buena madera, me aconsejaron que no volviera a esa hora, que ya eran las 6 y media de la tarde,
y que empezaba a anochecer.
Todos, inclusive mis compañeros de viaje, me insistieron en que me quedara a dormir allí, que me iba a encontrar en la mitad de la noche entre las montañas en medio de la total oscuridad..
mi respuesta fué ..
no tengo miedo, tengo linterna, no me va a pasar nada..
Y salí caminando de este soñado pueblo detenido en el tiempo vuelta a Iruya.
Me esperaban 9 bellísimos km por delante de caminata entre piedras a lo largo del sinuoso río..
Empecé a caminar a paso vivo intentando que la noche no me encontrara muy lejos de mi destino.

A los dos perros que me venían acompañando se les sumó un tercero que vive en el puebo de San Isidro, y así emprendimos los cuatro nuestra vuelta.

Previendo que íbamos a tener hambre compré 6 empanadas, 3 de queso y 3 de carne, que finamente terminó siendo la comida de mis fieles amigos perros. También fué una forma de continuar todos juntos durante el viaje nocturno.
 
No tenía miedo, pero nunca pensé que la noche iba a terminar como terminó..
A medida que nos alejábamos de San Isidro, iba cayendo el atardecer para dar lugar a la oscuridad de la noche.
 
Apareció la luna que estaba en cuarto creciente e iluminaba poco, y rapidamente se escondió entre las altas cumbres.

El río empezó a subir rápidamente.
Mis tres compañeros de viaje empezaron a inquietarse.
Me miraban atentos y seguían mis pasos.

La oscuridad de la noche nos sorprendió muy lejos de nuestra meta. La linterna no era lo suficientemente resplandeciente como para iluminar el camino. Todo era negrura y sombras.
No sentía miedo, pero sí muchísimo cansancio. Me caí tres veces entre las rocas del camino. Me rompí los pantalones en la rodilla derecha. Nos fuímos adentrando entre las montañas, y con la poca luz que generaba la linterna iluminaba sus laderas con el deseo de reconocer alguna característica que me ubicara en la noche.
 
A medida que el río subía más y más, la perrita más bajita me miraba con pánico porque no podía cruzarlo sola. Así que, cuando el recorrido del camino nos obligaba a cruzar el cauce de la sinuosa corriente, alzaba a la pequeña perrita en mis brazos y lo cruzábamos juntas con el agua que me llegaba hasta la altura de las rodillas.
Los otros dos perros seguían mis pasos cada vez que teníamos que cruzar el agua entre las piedras. Ninguno de los dos, se animaba a atravesar el caudal por su cuenta.
Tuve que parar varias veces a descansar, casi no me quedaba agua en mi botella.
 
En cada alto en el camino, me tiraba entre las piedras inhalando aire purísimo hacia mi tantien, y así se iban deteniendo los intensos latidos de mi corazón causados por el enorme cansancio.
Me recomponía y seguía la búsqueda hacia la salida..
A pesar de seguir las huellas del camino, donde cada tanto encontraba bosta de caballo que aparentaba ser un signo de que alguien habitaba en esa zona, ó de que íbamos camino a Iruya, cada vez nos metíamos más en la renegrida noche.
Llegamos a un lugar totalmente desconocido, no sabía para donde tenía que ir. Miraba hacia todas partes y no había ningún indicio de que estuviéramos caminando en el sentido correcto.
Por el contrario, me dí cuenta que habíamos estado caminando
 
aparentemente durante varias horas en sentido opuesto.
Inclusive más adelante se veían enormes montañas, aún más grandes que las que me estaban rodeando en ése instante, que parecían cuchillas que empezaban a confundirse entre ellas.
Ahí me dí cuenta que estabamos totalmente perdidos. A pesar de todo no sentí miedo ó desesperación, en total tranquilidad, pensé muchas cosas, por ejemplo si alguien alguna vez nos encontraría, si tendría en algún lado señal para pedir ayuda al 911 con el celular, si la gendarmería tendría algún destacamento cerca de donde estábamos, si no sería mejor dormir hasta el amanecer.. pensé mucho, pero nunca tuve miedo, sólo agotamiento físico.
 
En ese momento, me recosté en el camino mirando al cielo, los perros se acostaron sobre mis piernas, no querían alejarse ni un milímetro de mí, empecé a respirar, a tomarme mi tiempo para pensar, para internamente debatir qué camino iba a elegir.
Durante toda esta travesía, fueron muchos los momentos de enorme hondura interior y una gran batalla se estaba debatiendo en lo más profundo de mi Ser.
Estaba retomando las riendas de mi vida, empoderándome de esta situación, volviendo a mi eje, reasumiendo el gobierno de mis acciones.
Una vez que estuve totalmente descansada, sabiendo que, ya estaba en condiciones de seguir el viaje, les dí unas empanadas de comer a los perros y al levantarme y mirar para todas partes ví que en la lejanía había dos pequeñas luces... dudé por unos segundos, y finalmente decidí poner proa en ese sentido.
Por momentos las dos lucecitas se escondían entre las montañas y aparentemente desaparecían, pero había vuelto a ser propietaria de mi Ser, estaba muy atenta a las vueltas de mi Ego.
No me iba dejar confundir ó asustar ó dudar, estaba siguiendo la intuición que generaban mis sentidos en pleno estado de consciencia, en alerta sereno, respirando despacio y suavemente, caminaba descansando con la mente preclara.
Y así fuí acercándome a las luces que pertenecían a un pueblo que para mí era desconocido.
A medida que me acercaba más y más, las formas de las montañas y de la ciudad que iban emergiendo entre las luces eran totalmente extrañas con formas futuristas, a tal punto que después de 10 horas de recorrer la noche más negra que jamás haya vivido, pensé que de alguna forma extraña había aparecido en otro mundo. A lo lejos ví un puente muy moderno, ó por lo menos así lo ví yo ésa noche.
Subí muy cansada agarrándome y subiendo entre las piedras hasta la altura del puente, ya casi sin poder caminar del cansancio que tenía en todo el cuerpo.
Un hombre joven apareció del otro lado del puente, caminé hacia él
y le pregunté en qué ciudad estábamos, se rió pensando que le estaba haciendo una broma, entonces le repregunté: Señor hace 10 horas que estoy perdida entre las montañas caminando desde San Isidro hasta acá, porfavor en qué lugar estoy?
Y me contestó: .. Está en Iruya..
Mi primera reacción fué: Está seguro? Totalmente seguro?, y le pregunté si sabía a qué distancia quedaba mi hostel. Mi sorpresa fué enorme porque no sólo estaba en Iruya sino que además estaba a una cuadra y media de mi descanso.
 
Agotada seguí caminando hacia el hostel con mis tres amigos perros, compañeros de la espesa noche. Nadie contestó a mi llamado, así que mis tres fieles acompañantes entraron conmigo a mi cuarto, les dí de comer las últimas empanadas y se quedaron dormidos.
Fué un momento de inmensa quietud. Todo era silencio.
Mi cansancio era tan grande que necesitaba no pensar.
Tampoco me podía dormir porque en dos horas iba a tomar el ómnibus con destino a Humahuaca para volver a Jujuy y de allí a Salta.
Me senté en la cama con la espalda recostada en la pared y las piernas estiradas porque no podía quedarme dormida.
Todo el cuerpo me latía. Empecé a sentirme nuevamente.
Miré a mis tres perros amigos, compañeros de la noche más intensa y honda de mi vida. Los amé. Los voy a recordar para siempre.
Si alguna vez vuelvo a San Isidro posiblemente nos encontremos para vivir otra historia pero esta vez concebida desde el estado de consciencia.
Cuando salí del hostel acompañada por estos tres gigantes que no me dejaron sola en toda la noche a pesar de su propio miedo, sentí el inmenso dolor de tener que despedirme de ellos.
El que nos acompañó desde San Isidro, salió corriendo hacia su pueblo,  
la perrita chiquita me miró de lejos y se despidió de mí a distancia, ella ya sabía que me estaba yendo del lugar, y el más grande, que cruzaba los ríos exactamente atrás mío, a milímetros de mis rodillas, se quedó al pie de la escalera del ómnibus esperando subirse conmigo.

No podía ni mirarlo, su compañía había sido muy importante, y lo estaba dejando. Alguien del pueblo vino y lo corrió de al lado del ómnibus.
Volví a estar en la inmensidad de mi soledad.
Recién ahí pude empezar a armar nuevamente el rompecabezas de esta historia.
Tardé varios días en comprender lo que había pasado.
De a poco fuí bajando la información de lo sucedido. Me encontré ante un Ego autoritario, esa parte oscura que no nos deja ver, ni usar los sentidos, ni decidir.
Me había expuesto enormemente a una hazaña para la cual no estaba totalmente preparada ni en equipamiento, ni en conocimiento de la geografía. Realicé muchas experiencias escalando y viviendo bajo las estrellas sin carpa en las montañas, pero esta inmensidad era nueva para mí.
Es cierto que no tuve miedo en ningún momento, pero esto también es parte de mi Ego, que por un lado es maravilloso y me permite manejar una cantidad importante de situaciones, pero a la vez me hace sentir invencible, sentimiento que no siempre es aconsejable.
Otra gran enseñanza fué ver a los tres perros perder absolutamente el registro de donde se encontraban, fueron tomados por el miedo. Ellos dependían de mí en todo momento. Y yo creía que ellos iban a ser una salida a la situación.
Sus sentidos fueron tomados, no podían distinguir su propia tierra.
Cuánta vulnerabilidad tenemos todos los seres vivos, cuando nos enfrentamos a la omnipotencia, la excesiva seguridad, el miedo, la majestuosidad, inclusive hasta en los animales.
También fue muy importante para mí no perder la calma, confiar, confiar y confiar en que por algún lado estaba la salida. Decidir parar en el camino para que mis compañeros y yo descansáramos hasta sentirnos totalmente repuestos. Por momentos me convertí en un perro más, apagaba la linterna y caminaba en la oscuridad.. y comprobé que aún en el lugar de mayor negrura, vemos y divisamos las figuras de las inmediaciones, y también vemos la luz..
Fué de vital importancia tomar las riendas de esta honda circunstancia que estábamos experimentando.
Volver a mí.
Parar, recostarnos sobre el camino de piedras, descansar hasta sentirnos totalmente fuertes como para emprender nuevamente la marcha, reflexionar, respirar suave y metódicamente, contemplar la majestuosidad que nos rodeaba, y desde la confianza en mis sentidos y en mi instinto, decidir la ruta a seguir. Usar de todas mi herramientas disponibles. Mis compañeros perros no entendían porqué dimos vuelta sobre nuestros pasos y retornamos a un lugar donde creo aún hoy, que fué el punto donde nos perdimos.
Fué desde ahí que vi las luces que nos llevaron de vuelta a casa, de vuelta a Iruya.
Me pareció importante e interesante compartir con uds. mi experiencia porque todos somos pasibles de ser objeto de nuestro Ego, escucho y leo mucho sobre personas que hablan del Ego como algo que les sucede a otros, que es algo del afuera.
Creo que si sabemos usar sanamente las positivas cualidades que tiene el Ego, podemos incorporar mucho conocimiento que nos resultará positivo para nuestra vida.
Por el contrario, si dejamos que esta propia construcción de nuestras oscuridades tome más y más forma, nos convertimos en esclavos de lo desconocido, y estamos en serio peligro de ser fagocitados por él.




Y finalmente el Ego siempre se asoma,..
la única forma de que no nos fagocite, es seguir profundizando en el estado de consciencia y observando y observándonos implacablemente con agudeza, detenimiento, sutilmente..
Caminé a lo largo de Salta, San Antonio de los Cobres, San Salvador de Jujuy, Purmamarca, Tilcara, Uquía, Humahuaca, Iruya y San Isidro, observando y observándome, encontrando personas, costumbres, linajes, geografías parecidas pero no iguales, miradas, humildad, simpleza, rencor, tristeza, exilio, alegría, belleza, tantos sentimientos amorosos y tantos otros desencontrados.

Mucha gente andando por los senderos de las montañas, algunas cuidando sus animales ó su siembra, ..

.. otros deambulando sacando fotos, otros enriqueciéndose con la belleza del paisaje y el contacto con los pobladores, otros perdiéndose en sí mismos, otros no encontrando más salida que quedarse atascados en algún lugar..

Mis viajes son íntimos, éste tambien lo fue.

Viajar en soledad en estado de consciencia, es hondo, sentí un gran compromiso conmigo misma, que excedió mis propias expectativas al observarme y reflexionar sobre mi propia existencia, comprendí que también en esta elección de viajar en soledad, asomaba mi Ego, .. que me llevaba por un camino donde me enfrento a mis mil caras.. ¨creo¨ que, en estado de alerta sereno y de observación, tengo a mi Ego apaciguado... ,
estoy ¨confiada¨ en que todo el conocimiento aprehendido y fortalecido a través de la propia experiencia, de lo cognitivo de las vivencias compartidas con mis pacientes durante las sanaciones, con los participantes en mis talleres, con mis oscuridades, mis vanidades, mis creencias,.. inhibo a mi Ego de asaltarme, de fagocitarme, de tomar la propiedad de mis anhelos y decisiones.. creemos muchas cosas, ....

pero a la hora de encontrarnos solos en la inmensa noche oscura, ...

no somos libres para elegir la mejor opción,
la que nos conviene, la que nos protege.

Somos esclavos del Ego, que nos confunde.
Nos hace creer que somos libres,
que nuestras decisiones y pensamientos son certeros, que no están teñidos de omnipotencia, vanidad, orgullo, ...
nos miente y nosotros queremos escuchar y sostener esa mentira que compramos y que nos hace creer lo maravillosos que somos.

Viajar solos nos da la oportunidad de ser libres y decidir dónde, cómo y cuándo ir ..

.. pero comprendí que en parte, mi elección de hacerlo en soledad,
también es una decisión impulsada por el Ego,

ese fiel compañero que nos saca del camino permanentemente.
Cuando creo que todo lo puedo, que tengo las suficientes fuerzas para emprender cualquier hazaña, que nada me va a pasar,
que no existen riesgos, que soy casi invencible...
el Ego está presente haciendo su trabajo,
en una de sus tantas miles de formas..
Nos espera agazapado,..
espera un descuido para empoderarse de la situación..
Sigo viajando..

pero cada vez más hondamente trabajando mi concentración, la meditación, la reflexión,.. la profundización para llegar a Ser quien realmente uno es. Y cambiar y cambiar, .. y repensar el cambio del cambio tantas veces como haga falta para llegar al objetivo...
el pleno y total desapego, para convertirnos en energías
de alta frecuencia y dimensión..

continuará...